Cada mañana innumerables zombies salen de sus casas, arrastrando los pies como niños chicos que no quieren ir al primer día de cole, mecánicamente meten la tarjetita en el torno o lo saltan, mecánicamente también, y se adentran en los vagones con la única aspiración de que aparezca Lucifer y sucumban a la tentación.
Ese calor insano y pegajoso, infernal, que lo impregna todo, cientos de caras, de
ojos que se miran. Los de los viejos buscando un escote furtivo o una tanga de
color fosforescente que les den un motivo para pensar que seguir en el mundo de
los vivos, merece la pena. Los de los ejecutivos, que no levantan la mirada de
un periódico doblado, porque el metro equipara, socializa, comuniza… da igual que tu cuenta rebose como la olla de
un campamento militar o te comas el esmalte de las uñas, porque no tienes más
que llevarte a la boca, compartes cada día los mismos olores, los mismos
asientos y los mismos chicles pegados en las escaleras mecánicas, que suben y
bajan moviendo trozos de carne como en una cinta transportadora…Transformadora,
porque las caras viran, se dan la vuelta cada vez que aparece una chica ligera
de ropa, un mendigo mutilado con más palabras que miembros o la música de un
grupo latino que irrumpe en la somnolencia mañanera con sus acordes
estridentes.
Tipos llenos de arrugas, manos vividas y sonrisas a medias, las
que regalan cuando pasan la cesta, tan efímeras como la colonia de la vieja de
al lado, que acaba difuminada por el olor a humanidad… quién dijo que oler a
humanidad era malo??. Ojalá hubiese humanos, sólo zombies llenan los asientos,
mientras una embarazada entra con su niña pequeña y nadie le cede el sitio,
mientras dos abuelos se tocan las manos y se ríen, y en ese instante te das
cuenta de que no son pareja, porque el amor no dura tanto… mientras la música de
un negro rapero invade el falso silencio. La soledad sonora de la que hablaba
Machado, manchado… de realidad acaba el señor de al lado cuando roza la mano de
una rumana que ofrece unos kleenex por un euro, mientras dos jóvenes ponen a caldo a su jefe porque no les queda caldo
que comer a fin de mes, mientras un tipo se roza con una chica a posta y le
roba la cartera...
Mientras el metro avanza, la vida sigue… o la muerte, porque Lucifer conduce el vagón, y para variar, hoy no está de huelga.
Mientras el metro avanza, la vida sigue… o la muerte, porque Lucifer conduce el vagón, y para variar, hoy no está de huelga.
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