domingo, 8 de febrero de 2015

MADRES DE PUEBLO

¿Sabían que la ciudad transforma?? donde algunos ven la gente habitual en Preciados, otros ven la tercera guerra Mundial. En determinados ojos, se convierte en una realidad paralela, tiene el mismo efecto que el peyote, se ven cosas que no existen o se hacen cosas que nunca harías en circunstancias normales. ¿Y cuál es el mínimo común denominador en esta ecuación de alucinaciones urbanas?, pues las madres. 
La mayor transformación que había visto en mi madre era cuando se tomaba dos gin tonic y los mezclaba con una crema de orujo, y se achispaba, porque las madres no se emborrachan sólo se achispan, o se ponen piripis, que es lo mismo que cogerse un pedo, pero solo te da por dar muchos besos, reirte y cantar muy agudo canciones regionales o villancicos aunque sea agosto. Hasta el día que vino a visitarme a la ciudad, esa es la auténtica transformación. De repente ven una realidad paralela que tú nunca has conocido, es como si llevasen unas gafas muy guapas que convierten todo en apocalíptico y desolador. Y aquí vienen las pruebas de ello: 

Por ejemplo en el metro. Lo que para tí es cosmopolita e intercultural, un joven paquistaní con una mochila colgada donde guarda los libros y el tupper  para irse a la universidad, para tu madre es un yihadista a punto de explotar una bomba delante de sus narices. Y es entonces cuando decide salir del vagón, pero se da cuenta de que como se baje no tiene ni puñetera idea de qué hacer porque sólo se sabe el recorrido de memoria que tú le has dibujado en un pos it. Esta mañana le dijiste: "línea azul mamá por Dios!!", pero ella el único Dios que ve ahora mismo es a Mahoma. 


Aprietan muy fuerte el bolso, tanto que hacen tríceps, más que en zumba, donde van los martes en el pueblo. Si no se meten el dinero en una riñonera interior dentro del pantalón como hacían contigo cuando te ibas de excursión, porque piensan que todo el mundo va a robarles todo el rato. "En Sol roban mucho" alguien se lo dijo y ahora les da igual que estés en Sol que dentro de un convento en el barrio de las Letras que siguen apretando el bolso y tatuándose el asa en el bíceps.

Las reconoces porque son esas que agarran la tira o el asa que cuelga del techo del bus con la mano igual, que lo hacen cuando van de copiloto en el coche con su marido.

Para ellas todo el mundo en la calle es susceptible de ser un ladrón o un maleante (muy de su vocabulario). Ponen cara de chupar un limón cuando ven a los heavys de la Gran Vía y dicen que todo el mundo es muy raro, y si lleva barba y pelo desaliñado más. Así que en Malasaña están cruzándose todo el rato de acera para evitar a los cientos de hipster que para ellas son vagabundos. Y van haciendo un zig zag perfecto entre acera y acera, como el punto de cruz de la bufanda que te han traído.

Para ellas todo el mundo va muy rápido, es como darle al forward de la vida. Preciados es un pinball humano donde ellas son la bola.

Las reconocerás porque se ponen siempre en la parte izquierda de las escaleras del metro y se quedan quietas, y como van tan pendientes de apretar el bolso no se dan cuenta de que es por donde baja la gente rápido y forman un tapón del recopetín en un minuto, y cuando alguien le dice: “lo siento me deja pasar”, entonces vuelven a lo de “es que en Madrid vais todos locos, qué prisas chica”.

¿Cómo distinguirlas en medio de la calle Fuencarral?? porque son las únicas que se paran con los carpetillas (dícese de aquellos que ocupan cada esquina de la calle y te paran durante media hora para hacerte una encuesta y que acabes donando dinero a causas altruístas varias, niños en Guinea o lucha contra el cáncer). Los carpetillas van a ellas como el tiburón a la sangre. Se frotan las manos con una madre recién llegada a la ciudad. “Pobre chico pasando frío”, piensan. “Mi hijo podría ser”…, aunque al instante piensan “qué coño, que al mío le pagué una carrera y gracias a Dios no es uno de estos hippies en favor de las ballenas”.

Este retrato se traslada a los padres que vienen y conducen en Madrid. Son esos a los que les pitan todos los coches, que se dan dos vueltas a la M-30 porque no encuentran la salida. Te dicen que en vez de en Callao están en Navalcarnero y no saben qué ha pasado, pero las señales son un follón y todo el mundo va muy rápido. El síndrome de la madre en el metro, es el del padre con su coche en la ciudad. 

Y por supuesto siempre se van con un regalillo del Ayuntamiento, una multa de aparcamiento porque sacar el ticket del parquímetro es más difícil que opositar a juez.

Se quejan de las colas que hay en todos los sitios, pero se pegan 5 horas en la del Rey León, porque quien viene a la ciudad tiene que hacer dos cosas, ir al Rey León y entrar en el Corte Inglés.

Y por supuesto, vienen siempre de época de rebajas, para aprovechar.

Dan un pequeño gritito cuando ven a un famoso en la calle. y dicen casi siempre “que no es para tanto, hija yo me lo imaginaba más alto” o “pues ella sale más delgada en la tele no??”.

Si se encuentran con un espécimen de estos, obsérvenlas, les saldrá una sonrisa, y si se acercan a ellas se llevarán el carmín de los dientes manchados en forma de beso en la mejilla. Cuidenlas, están en peligro de extinción, no las den de comer después de las 12, no las mojen porque podrían mutar en un gremlin de ciudad, en una madre urbana más… y eso… eso sería una pena.