domingo, 26 de enero de 2014

CORRIENTES Y CONTRACORRIENTES


En estos días rememorando la infancia me ha venido a la mente, Yoli la metálica, era una chica, de mi pueblo, que a los 16 años llevaba unas botas negras moteras con el tacón forrado de metal. Algo insólito en un pueblo que aunque cabecera de comarca, no conoce de marcas y somos muy cabezones. Yoli la metálica, en realidad, era una visionaria, marcaba tendencia, cuando nadie conocía qué coño era ser gótica, Yoli, lo era. 

Y de ahí me vino a la mente otro chico, Ramón, uno que escuchaba y cantaba por la Pantoja, sí, pelín amanerado podría ser, pero eso no se decía, tabú en tiempos de Hurdes y profundísmo paleto.
También estaba Jorge, el de las camisas apretadas, en una época en la que tu madre te compraba camisas dos tallas más grandes para que te valiesen los próximos cuatro años (puta manía de las madres), bien, pues Jorge marcaba pechito y culo piñonero.

Recuerdo a María que era la quinta hermana de ocho, llevaba chaquetas de su hermana de hacía diez años, reciclaba zapatos de su madre cuando era joven y moderna, e incluso mostraba orgullosa bufandas y chaquetas hechas a mano por su abuela.


Entre ellos estaba Mónica, que cuando a todas nos gustaban los hombres G, religión y obligación más fuerte que dejarse el flequillo como un toldo, a ella le gustaban los Cure y Placebo.

Recuerdo la espesura de la barba de Jaime, que en un tiempo en el que los imberbes eran ejército, porque "quien no se afeita es un guarro", palabra de Dios de cualquier madre, él llevaba una barba contracorriente, arriesgada y definitiva, que le hacía ganar amigos y perder ligues (ninguna queríamos acabar con la cara como un cromo después una maratón de morreos en un portal).


Los recuerdo a todos ellos porque iban contracorriente, Yoli la metálica hoy sería una gótica más entre los mil que existen en Madrid y acuden al Dark Hole con la raya del ojo pintada. Ramón hoy es un gay-folclórica de los muchos que llenan bares en Chueca. María, una moderna amiga del handmade y el vintage. Jorge con sus camisas apretadas, aspirante a tronista, macarra y carne del New Garamond y del tuneo. Mónica, una indie musical y Joaquín un hipster de los que abarrotan esquinas y barras de bar en los garitos de Malasaña. 

La incomprensión de aquellos años, aquella edad y aquel lugar, les convirtió en freakes, raros, horteras… y hoy, hoy, tienen nombre y apellidos, etiqueta. Eran gente poco corriente en el contexto, contracorriente, hoy, más normales que escuchar una comentario burdo sobre políticos en el autobús, más normales que la crisis o que un atasco en la M30.


Hoy todo es normal, que nos roben la cartera sentados en un banco de El Retiro, o que los bancos roben el dinero de nuestro retiro. Normal, como pagar casi 10 pavos por ir a ver una película, normal como los sueldos meteóricos de los futbolistas, normal como las protestas huecas o amortiguadas, que es peor. Normal, como un cadáver en el suelo por el que pasamos sin reparar. Normal, como un tipo vestido de fosforito hasta las cejas (puta moda del flúor). Sí, hoy está jodido ir contracorriente, pensando… lo único raro hoy, quizá, sea llevar sotana y meterse a cura, aunque desde que Tamara Falcó anunció meterse a monja… estoy segura de que en dos días pone de moda el crucifijo y los conventos están más petados que las tiendas de segunda mano.

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