domingo, 21 de abril de 2013

TRANSPORTE PÚBICO EN MADRID…

Y sí, digo púbico porque ayer mismo sentada en mi vagón, de camino al curro, una que es afortunada, vi el pubis de la moza de enfrente. Lo que para mí fue una escena entre Yo soy la Juani y Chewaka, para el viejecito de al lado era un remake de Sharon Stone en Instinto básico, aun siendo ella morena, muy morena, doy fe… Y es que lo de bajar al metro, es bajar a los avernos… 



Cada mañana innumerables zombies salen de sus casas, arrastrando los pies como niños chicos que no quieren ir al primer día de cole, mecánicamente meten la tarjetita en el torno o lo saltan, mecánicamente también, y se adentran en los vagones con la única aspiración de que aparezca Lucifer y sucumban a la tentación.



Ese calor insano y pegajoso, infernal,  que lo impregna todo, cientos de caras, de ojos que se miran. Los de los viejos buscando un escote furtivo o una tanga de color fosforescente que les den un motivo para pensar que seguir en el mundo de los vivos, merece la pena. Los de los ejecutivos, que no levantan la mirada de un periódico doblado, porque el metro equipara, socializa, comuniza…  da igual que tu cuenta rebose como la olla de un campamento militar o te comas el esmalte de las uñas, porque no tienes más que llevarte a la boca, compartes cada día los mismos olores, los mismos asientos y los mismos chicles pegados en las escaleras mecánicas, que suben y bajan moviendo trozos de carne como en una cinta transportadora…Transformadora, porque las caras viran, se dan la vuelta cada vez que aparece una chica ligera de ropa, un mendigo mutilado con más palabras que miembros o la música de un grupo latino que irrumpe en la somnolencia mañanera con sus acordes estridentes. 


Tipos llenos de arrugas, manos vividas y sonrisas a medias, las que regalan cuando pasan la cesta, tan efímeras como la colonia de la vieja de al lado, que acaba difuminada por el olor a humanidad… quién dijo que oler a humanidad era malo??. Ojalá hubiese humanos, sólo zombies llenan los asientos, mientras una embarazada entra con su niña pequeña y nadie le cede el sitio, mientras dos abuelos se tocan las manos y se ríen, y en ese instante te das cuenta de que no son pareja, porque el amor no dura tanto… mientras la música de un negro rapero invade el falso silencio. La soledad sonora de la que hablaba Machado, manchado… de realidad acaba el señor de al lado cuando roza la mano de una rumana que ofrece unos kleenex por un euro, mientras dos jóvenes ponen a caldo a su jefe porque no les queda caldo que comer a fin de mes, mientras un tipo se roza con una chica a posta y le roba la cartera... 
Mientras el metro avanza, la vida sigue… o la muerte, porque Lucifer conduce el vagón, y para variar, hoy no está de huelga.


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