domingo, 7 de julio de 2013

MADRID DESDE EL AIRE... TERRAZAS...

Ayer estuve en Madrid, pero en otro Madrid, ese que sólo se ve desde el cielo. Las terrazas de Madrid. Como quien se sube a una noria para pasar la tarde… y comprueba que es más que una diversión, que un pasatiempo, una nueva cara de la ciudad se abre a tus ojos. Como una fiesta clandestina, sólo para privilegiados, los que tienen el santo y seña, y los santos aquí arriba están más cerca. 


Desde arriba la felicidad campa a sus anchas. No tocas el barro, las putas de la calle Luna, de Estrella vuelan. Ellas intentan estar más cerca del cielo pisando con sus tacones los astros, pero hasta que no te subes a un balcón, a una azotea, no te olvidas de su propia miseria. 
La grisura del asfalto se vuelve multicolor cuando alcanza el cielo. Terrazas azules, amarillas, llenas de flores, de sillas de madera… Abajo, los bancos son de piedra y las flores… desfloradas hace ya tiempo, se marchitan en Desengaño a veces, por el verano y a veces, por el veneno…
No hay ruidos, desaparecen, son devorados por las ventanas y las paredes del primero, del segundo, del tercero y cuando llegan al quinto, han cambiado su nombre como un refugiado, se llaman de otra forma, ahora son Don y Doña silencio.
La cerveza sabe más rica arriba, porque la tomas por encima del hombro, porque la saboreas altiva. 




Te mides con los gigantes, la Torre de Madrid, el enchufe de Colón, la Torre Picasso, las Kio, achicas un ojo y las rozas con tu dedo, pequeñas, a tu altura por fin, aunque no hayas pisado esas torres ni en sueños. Mientras los ejecutivos las desgastan, tú por fin, las ves a tu lado, te mides con ellas, con ellos…

Arriba estás escondido, nadie te ve, pero tú lo ves todo, a todos… creas tu "Ventana Indiscreta", observas…, la rutina de una familia frente al reality de su vida, una pareja que se mete mano en el sillón, comiendo a bocados palomitas furtivas, porque las que mejor saben son las que se escurren entre la entrepierna y entre bocado y bocado... Las piernas morenas de la vecina de al lado, tumbada, retando al sol a ver quién aguanta más, pero sin mirarle a los ojos, un juego cobarde que como siempre, acaba untando crema… así las cosas pasan más fácil, sin estreses, sin dolor, sin pena…

Tiras cosas desde arriba y cuando llegan al otro mundo, al subsuelo… se rompen, como la realidad y las promesas. La vida mola más desde arriba señores, a no ser que te quedes ciega… ya saben, gafas de sol, una buena crema, compañía y si todavía cabe… invítenla a ella, la felicidad… que es de altas miras, de acueductos de norias y nubes, y ferias, acampa solo en las terrazas cuando no la llamas, ella trepa hasta tu azotea.

1 comentario:

  1. Brillante, como siempre. Me gusta Madrid, desde cualquier perspectiva. Pero desde ahí, desde esas terrazas que tan bien describes, parece que estás más cerca de ese cielo que esta ciudad promete...
    Gema

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